domingo, 4 de febrero de 2018

El viaje del potro descalzo













Fuera la niebla limpia las horas,
se acicalan para recibir otro invierno.
Yo hago de las sábanas raíles,
huye mi nariz del amargo olor a vida
y me descubro como un potro descalzo.


Corro entre caballos y yeguas de ojos celestes,
siento al rocío tomar vida entre mis patas.
¡Salpica!
Cada paso implica un nuevo sonido
en el fruto del amor entre tierra y luz.


Escucho palabras bellas que se han de inventar,
vienen aires de esperanza a peinar nuestras crines
y yo corro, corro, vuelo como el pájaro en llamas.


De mi trote nacen raíces, llamadlas recuerdos.
Las cuestas hacen presencia para frenar nubarrones,
alimentan al arroyo sus lágrimas
y sonríen al ver beber a la manada.


Alzo la mirada por encima del tiempo,
veo senderos por doquier.
Cada paisaje quiere calzarme,
hacerme familia suya, de corazón.
Diluidas en cada momento
mis patas son estrellas fugaces,
tantos ciclos en cuatro estaciones
hacen olvidar la materia de mi figura.


Este potro perdido abre los ojos.
No soy yo. Eres tú, padre. Has cruzado el lodazal
y la palabra cáncer es sólo un mal recuerdo.