jueves, 11 de abril de 2013

SE HIZO TAN TARDE QUE EMPEZÓ A SER TEMPRANO.



  
    Se hizo tan tarde que empezó a ser temprano. Así perdí otro día. Las farolas se encendieron a la misma hora de siempre aunque anocheció un minuto después. Eso hace que ningún día sea igual al anterior por mucho que se empeñe la monotonía que nos encierra en una hermosa jaula con barrotes de oxígeno, nitrógeno y argón. (Sí, a mí también me ha venido a la cabeza aquella canción de Mecano).


Esta madrugada he vuelto a analizar mi mundo, sé muy bien todo lo que le falta. Cada vez me veo más como una especie de Doctor Jeckyll y Míster Hyde: de día acepto cualquier cosa, aunque sepa que es mentira, pero la escasa luz que me ilumina en las noches refleja la verdad. A veces esto es lo más difícil de aceptar. Lo peor es la sensación que perfora mi cabeza y se agrava porque la solución no está en mis manos.


He pensado escribir una carta al tiempo para que mañana me trate mejor. Si no es así, al menos estaré entretenido. De esta forma, mientras la moldeo línea a línea, guardaré en un establo todos los caballos que me atropellan cada noche justo antes de morir de forma onírica.


Ya ha amanecido. Otra vez es temprano y tengo una hoja en blanco con la que no sé qué hacer.