Es aquí, hay cumpleaños en el bloque.
El crujido de la escalera te recibe
con sus achaques vetustos.
Aún recuerda los pies que le han acariciado
al coser historias de idas y vueltas.
En una de sus aurículas -¿o era un ventrículo?-
oí rugir una sonrisa morena y hospitalaria,
como pájaro advenedizo me encandilé.
Cuatro pies mediterráneos
acompañaron mi equipaje descalzos
entre papeles, rastros difusos
y el vocerío de la calle.
Encontré un hogar junto a risas
con eco en Alemania,
debates en torno al balcón
y cenas con afán de ser veganas.
El tiempo nos hacía bailar a su ritmo frenético,
el butanero tenor se convertía en gallo a las 8
y de noche los gitanos roneaban a la luna.
Ahora Madrid amamanta en silencio
sus capilares,
el bloque se perfuma de reencuentro.
Inspiradores relucen sus ciento un anillos
y el portón verde no se cansa de abrirse.
Ilustración de Ana Peñas