Madrid
es un lince, desgasta
a
lametones desde los pies
y
mecaniza todos los pasos
por
mucho que escapen de su raíl.
La
música ambulante se mezcla
al
son de repletos autobuses.
Articulan
lo que quiere oír cada uno,
son
las mil y una voces de Madrid.
Aun
así guarda el secreto que nos atañe.
Su
cuerpo tiene forma inexacta,
de
atleta es su pierna izquierda
y
con tacones anda la derecha.
Ambas
manos sujetan indistintamente
un
maletín o la correa de un can
disfrazadas
detrás de un periódico.
Sus
brazos han barrido el suelo
o
se han alzado en la última manifestación.
Madrid
tiene barba de camionero,
cien
ojos en la cámara del turista
y
late al ritmo de quien le siente al andar,
da
igual si va o viene, siempre estará allí.
Su
boca es la de quienes comen genitales
para
labrarse un futuro mejor.
¡Bienaventurados
todos ellos!
Pese
a todo, siento que hoy habla
sólo
para mí. Recita en su adagio
todas
las cosas pendientes de hacer.
Incluso
se atreve a hablarme de ti,
y eso que no eres verdad.
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