No
quisiste cumplir ochenta y tres,
pensar
en los ochenta y cuatro,
ochenta
y cinco o los noventa era abrupto.
Callaste
tu voz de madre primigenia
contra
un acantilado de quebrantahuesos
y
tu lejanía florece allí
desde
que cerraste los ojos
para
segar las espinas
arraigadas
en tus entrañas
cuando
él se fue.
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