Al castillo de Montizón.
Antes de conocerte me conquistaron tus gestas
de caballeros y poesía.
Castillo de amor ahora y antaño,
amante pardo de la villa que te vigila desde su calle grande.
Tienes la piel tostada por las brasas del tiempo devastador
al que sedujiste nada más ser concebido
para hacerte señal en tu tierra,
enclave de leyendas y bastión de sobria belleza.
Mi amante pardo descansa en lo alto del cerro y no puedo verlo,
el horizonte se viste de distancia.
Desde aquí huelo los juncos que lo admiran al lado del río
donde muere la lluvia que lava su cara,
oigo a los pájaros que lo despiertan con sus acordes,
siento el mismo aire que le susurra caricias
pero no puedo abrazarlo
por mucho que me pierda en mi retentiva.
Quiero ser ceniza viva mezclada con tu argamasa,
soportar el peso de todos tus siglos
y reírme contigo de guerras, bandos y obsesiones.
Oigo tu voz correr entre las siembras,
imagino sus ondas, perennes
esteras desde donde huyen tus sueños
bajo la atenta mirada de la luna llena
a quien rezas por mantenerte en pie.
Tu erguido cuerpo es emblema en mi memoria,
resquebrajada por el viento entre hojas de chaparro
ésta se erosionará antes que tu piel se desgrane
y sé muy bien que no me recordarás.
¿A dónde irán los pasos a tu vera cuando yo no esté?
¿Acaso serán hierbajos que te abriguen en invierno
y aguanten la escarcha para que no tengas frío?
Si es así, quiero ser devorado por conejos y vacas,
hacer que sus pasos sean míos y sientan lo que yo cuando te veo,
y sus ojos se despidan del tiempo como un día hiciste
y,como el mío, sus cuerpos alimenten tus raíces.
Amante pardo de vetusto lustre,
antes de derruido quiero verte oculto
entre tierra almagra que tu cuerpo guarde
dentro de su regazo de madre encinta que olvidó parir.
Y si un día te encontrasen,
allí estará el liviano recuerdo de los pasos que di
cuando aún no era yo, cuando fui y cuando dejé de serlo.