No amaneció. Al hacer lo contrario rompió otras aguas, los
ojos de quienes lo amaban fueron ríos empujados por una negra sombra. Su
madre lo volvió a acurrucar.
Mientras respiró sembró las flores de su ausencia, las abonó
con sonrisas y crecieron por su buen hacer.
No amaneció porque ahora es luz.
A Antonio G. Maldonado García