Desde lejos, desde donde los océanos sean charcos
quiero lanzarme hasta sumergirme en lo profundo
y emerger del mar empantanado,
caminar con mis pies de junco
dando pasos que resistan al viento,
atravesar mares y tempestades.
Desde lejos, desde encima de lo alto,
quiero ver mis problemas:
hormigas de acero que campan
sobre mi ánimo y excavan su guarida.
Un hormiguero de barro seco
se ahonda sobre una tersa y fina capa.
No es la más tersa ni fina,
las hormigas no son nada
si miro alrededor:
bestias sanguinarias devoran conciencias,
losas de granito tapan bocas,
leones muerden sentimientos y conductas.
Las hormigas no son nada, no,
por mucho que excaven.
Desde lejos, desde donde nace el aire que me mantiene,
quiero ver mis penas,
cómo de grande es la soledad,
manta de seda que me rodea
e impide ver en el suelo
pero no se aprecia tan arriba.
Desde lejos, desde el lugar donde se evaporan los sueños
quiero ver a quien espero
para soplarle huracanes
que le traigan a mi lado,
cerrar puertas, ventanas
y evitar las obviedades que traigan al óxido
que corroe los cimientos del muro
de los castillos que construyamos con amor y arena.
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