Abrir tanto la boca 
como para tragarse una estrella 
envuelta en niebla teñida por la luz 
de cuatro farolas,
moverse como una lagartija 
por las paredes de tu cuerpo 
y descubrir, con entusiasmo, 
como crece el jardín 
a pasos de hormiga 
esta silenciosa noche de otoño,
porque la hiedra crece 
cuando menos se mira, 
al enredar pies y sensaciones, 
que se anudan 
en la oscuridad de los corazones solitarios.
 
 
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