lunes, 16 de marzo de 2015

En el arroyo de la Libélula Lectora


Gracias a KolaborArte por lanzar la construcción de un cadáver exquisito continuando este cuento (la parte en cursiva). 


En el arroyo de la libélula lectora
el tiempo transcurría tan despacio…
tan despacio…

Que las letras caían una a una como plumas.

Los niños abrían los brazos para recogerlas,
los ancianos cerraban los ojos.

Todas las manos que estaban cerca
se buscaban para apretarse,
como intentando crear una red mágica
que atrapase para siempre ese momento…



Construyeron muñecos de letras
animados por la voz común
de sus sentimientos.

Cuando hizo frío los abrazaron,
el calor  también les acercó a ellos
acurrucados en sus sombras.

Todas las miradas tuvieron sentido,
el mundo empezó a llenarse de espejos
y no hubo nada que ocultar.

Esto sucedió el día que murió la soledad.




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