Gracias a KolaborArte por lanzar la construcción de un cadáver exquisito continuando este cuento
(la parte en cursiva). 
En el arroyo de la libélula lectora 
el tiempo transcurría tan despacio…
tan despacio…
Que las letras caían una a una como plumas.
Los niños abrían los brazos para recogerlas, 
los ancianos cerraban los ojos.
Todas las manos que estaban cerca 
se buscaban para apretarse, 
como intentando crear una red mágica 
que atrapase para siempre ese momento…
Construyeron
muñecos de letras 
animados por la
voz común 
de sus
sentimientos.
Cuando hizo frío
los abrazaron, 
el calor  también les acercó a ellos 
acurrucados en
sus sombras.
Todas las
miradas tuvieron sentido, 
el mundo empezó
a llenarse de espejos 
y no hubo nada
que ocultar.
Esto sucedió el
día que murió la soledad. 
 
 
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