Emerge otro septiembre como gota de agua
fría en el grifo de las horas.
Siento el vértigo del cimiento, un leve seísmo
nace en mi cabeza y se desplaza al resto del cuerpo.
Así me preparo para recibir nuevos nombres,
acompañarán a tantos otros por encima de las listas.
Nunca serán escombros en la memoria,
pues constituyen paredes de piedra pulida
por los momentos fluidos.
El vértigo del cimiento me abre como a un campo
para albergar otros seres a quienes ofreceré,
de forma ceremoniosa, algo más que mi tiempo.