En 1890, Emil von Behring y Kitasato Shibasaburo
descubrieron los anticuerpos.
Hasta entonces se han dedicado vidas a las
divinidades,
cuando los verdaderos dioses los llevamos dentro.
No hay anticuerpos contra el tiempo,
su vacuna es un recuerdo y acaba
diluido entre la carne, camino a marchitarse.
Esta enfermedad de los días tiene síntomas
de leve enredo entre partículas cronológicas.
Se suceden los momentos mientras nos empujan
al final, donde tal vez seamos conscientes de la
gravedad
de esta epidemia: Los progresos no realizados ya son
cadenas
sobre los tobillos del futuro, arrastran nuestro
lastre
entre esta ignorancia transparente.
Qué poema hecho realidad cada palabra cada frase a ver si la gente toma conciencia..Una vez más mi enhorabuena un abrazo.
ResponderEliminarMuchas gracias Franci, es difícil darse cuenta. Un abrazo
EliminarEl paso del tiempo sobre nosotros, mortales todos, convertido en patología, en enfermedad silenciosa que arrasa con terapias e inmunizaciones. Excelente analogía entre vacuna y recuerdo. Y magnífico final. Enhorabuena. Desde Valdepeñas, Agustín Blanco.
ResponderEliminarMuchas gracias por tus palabras, Agustín. Un abrazo desde Villamanrique.
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