Búscame en el verde prado,
bajo el pentagrama que sustenta
el intrépido aire del norte
como si fuese un globo de helio
en las manos primerizas de un nifo.
Rodeado de bocas desencajadas
descubro la religión de la piel,
ese sentimiento que mueve el mundo
cuando no le ponen un fajo de billetes.
Allí me encuentro a mí mismo,
en el festival donde todo es normal
por mucho disfraz que haya.
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