Mientras el tren reduce la velocidad
mi vista se aleja
del libro que ocupa mis manos.
En el andén
la gente se prepara para subir.
Entre la multitud veo esos ojos
clavados en los míos.
En sólo un segundo
los tejidos de mi piel se alteran,
estás justo enfrente.
Suben todas las personas,
casi de golpe.
Tú
te limitas a mirar el reloj
y te sientas.
Esperas otro tren.
Me ha gustado mucho, yo también he sentido alguna vez unos ojos que se clavan de repente en el alma, y no sabes porqué. Saludos.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho, yo también he sentido alguna vez unos ojos que se clavan de repente en el alma, y no sabes porqué. Saludos.
ResponderEliminarel metro da para tantas historias y poesías....
ResponderEliminarMe ha gustado mucho :)
Esos ojos siempre...
ResponderEliminar¡Gracias querido caminante BLOGGERO por acompañar a una 'rana de charca mental'. La vida es un poco de esto tan sencillo como observar lo que nos rodea y extraer un pensamiento útil.
ResponderEliminarA. Elisa Lattke V
http://poetandante.blogspot.com/2012/07/gusano-de-metal.html que interesante saber que no todos viajan en tren dormidos
ResponderEliminarLa ciudad, siempre es la ciudad. La ciudad está viva y espera por nosotros.
ResponderEliminarBuen día.