I
Oh Jorge Manrique, vestido de capa y tinta
pisaste estos lares de musas y labriego
que ahora parecen estar en largo sosiego
dentro de esta turbulenta época, tan distinta.
Aquí se te recuerda como héroe hazañoso
que alcanzó la inmortalidad llorando a su padre
y en vida no encontró perro que le ladre,
por eso este pueblo se siente orgulloso.
II
No
vio otra sombra mejor el castillo de Montizón
que
la de este caballero de la Orden de Santiago
para
el cual nuestra historia no tiene suficiente pago
con
alabarle en su gloria, toda llena de razón.
“Ni miento ni me arrepiento” su lema
decía
firmado
en papel o con afilada espada,
manteniendo
con honor su causa bien hallada
cuando
a los Reyes Católicos defendía.
III
Dagas
y plumas empuñaron sus manos por igual
en
las no tan reñidas artes de luchar y escribir
las
primeras letras de aquel brillante revivir
del
hombre nuevo, donde no tuvo rival.
Triste
es el viento que aún en Uclés sopla
recitando
al castillo de Garcimuñoz con hastío
la
trágica escena en que el cauce de tu río,
tras
impacto de metal, se dio a la mar de tu copla.